lunes, 19 de octubre de 2009

Rennleiter

Siendo justo, creo que lo primero que debo hacer es felicitar a Jenson Button y sobre todo a Ross Brawn por los campeonatos. Ya habrá tiempo para hablar de la temporada que han hecho los de Brackley y de lo que les espera durante el parón invernal. Y como ya dije en una entrada anterior, no creo que vuelva a comentar una carrera en bastante tiempo. Pero tampoco debo olvidarme de mencionar el gran debut de Kamui Kobayashi, para mi gusto mejor que todos los debutantes de este año y también que algunos talluditos de los que no se sabe muy bien por qué pilotan los coches que pilotan (¿eh Fischella?); ni de lo de la lluvia del sábado, pero eso también me lo reservo para más adelante.

Esta entrada trata sobre un libro que me encontré por casualidad y me ha enganchado de tal manera que lo he leido en algo menos de dos días. Se trata de "Hombres, mujeres y motores", de Alfred Neubauer. Me ha abierto los ojos sobre muchas cosas de las que pasan actualmente en la F1, a pesar de que la última carrera sobre la que se habla en el libro tiene lugar en... ¡¡1939!! Y es que lo de amañar carreras no es algo nuevo. Cito directamente del libro, en el que Neubauer habla sobre sus rivales de la Auto-Union:
El Gran Premio de Trípoli de 1936 resulta una carrera para la Auto-
Union; una carrera entre Hans Stuck y Achille Varzi, los eternos rivales.
Hans Stuck tiene su día irresistible. Supera a todos, hasta a Achille
Varzi. En este día glorioso hace enmudecer a las lenguas malignas que
afirman que él ya está viejo y pasado. El larguirucho Hans sonríe, radiante, cuando cruza a más de 170 kilómetros por hora por delante de los boxes y de la imponente y recia tribuna de hormigón. A buen seguro que se refocila ya pensando en la segura victoria y en el banquete conmemorable.
Pero he aquí que desde hace dos o tres vueltas, el doctor Feuereissen le enseña una y otra vez el banderín verde. Esto en el lenguaje cifrado de la Auto-Union, que yo, naturalmente, me conozco de memoria, significa: “aminorar la marcha”.
¡Ajá!; quieren calcularlo todo perfectamente. Pero hay una cosa que
no deja de sorprenderme: desde estas últimas tres o cuatro vueltas al
circuito, Varzi se ha ido aproximando más y más a Stuck, ha ido recuperando metro tras metro, segundo tras segundo.
Es singular... ¿Por qué el nuevo director técnico de carreras de la
Auto-Union, doctor Feuereissen, no le advierte de ningún modo a Hans
Stuck? En mi interior brota una maligna sospecha...
Ultima vuelta: mil metros antes de llegar a la meta, el confiado y
tranquilo Stuck sufre un terrible sobresalto: en su espejo retrovisor ve
surgir el morro de un coche plateado, que se acerca a fantástica velocidad. ¡Es Varzi!
Hans Stuck se da inmediata cuenta de su posición desesperada. No
podrá acelerar a su coche, que rueda a velocidad atemperada, con el tiempo suficiente para desbordar al contrincante, que gana terreno por segundos.
Y Achille Varzi cruza la meta dos décimas de segundo delante de
Hans Stuck, ganando así por tercera vez –primer corredor automovilista
del mundo en realizar tal hazaña– el Gran Premio de Trípoli.
Hans Stuck rueda lentamente hasta los boxes. Está pálido de ira. Sus ojos relampaguean. Sus labios son dos finas rayas blancas.
–¡Es una villanía! –barbota, cuando su mecánico Fritzel Matthey le
ayuda a salir del coche–. ¡Ese maldito italiano traicionero ha desobedecido todas las consignas, y me ha robado la victoria!
–No, señor Stuck –dice Matthey–. Varzi no ha sido culpable de nada.
–¿Cómo que no? ¡El me ha adelantado..., aunque Feuereissen le
había ordenado que fuese más despacio!
–Está usted en un error –dice Fritzel–. Yo lo he visto perfectamente
bien; el doctor Feuereissen le ha enseñado a usted el banderín verde, y al señor Varzi... el encarnado.
El director técnico doctor Feuereissen esquiva las miradas de Hans
Stuck cuando éste, pocos minutos después, exige una explicación de lo
sucedido. Antes de responder, saca parsimoniosamente un cigarrillo.
–Mi querido Stuck..., todo esto tiene su intríngulis. Créame que a mí
me resulta en extremo desagradable. Pero tenía órdenes e indicaciones muy precisas y estrictas...
–¿De quién? ¿Quizá del Korpsführer Hühnlein?
–Oh, no, no... Ese infeliz no pinta nada en este asunto.
–Feuereissen lanza una cautelosa mirada en torno, para convencerse
de que no hay nadie que pueda escucharles–. No; las órdenes vienen de
muy arriba. Ribbentrop y demás... ¿Comprende usted?
–¡Ni una palabra! –grita Stuck–. ¡Déjese de misterios de una vez!
¡Quiero saber quién me ha robado esta victoria!
–¡Psss! ¡No grite usted tanto!
El director coge del brazo a Stuck y se lo lleva unos pasos fuera del
box, donde tiene la seguridad de que nadie podrá oírles.
Escuche usted bien: es deseo de ciertos órganos alemanes e
italianos, que en las carreras celebradas en Italia venza siempre, en la medida de lo posible, un corredor italiano... aunque conduzca un automóvil alemán.

Pero el Rennleiter de la Mercedes no solo habla sobre chanchullos y politiqueo. Neubauer resume magníficamente la vida de grandes pilotos de la época (y de todos los tiempos) como Caracciola, Lang o Varzi; y la fuerte influencia que sus respectivas mujeres tenían en los pilotos. Además, las narraciones de la Mille Miglia de Caracciola en el 31, el GP de Trípoli del 33 (también hubo tongo) o los múltiples entrenamientos y carreras en Nürburgring y el AVUS no tienen ningún desperdicio.

Al final, la entrada me ha quedado bastante más pobre de lo que me esperaba, espero que ésto no os desanime a la hora de leer el libro porque me parece imprescindible para cualquier aficionado al automovilismo. Pero debo publicarla porque tendré que hacer referencia a ella bastante pronto.

2 comentarios:

ProstVuelve dijo...

La entrada te ha quedado genial, ahora, no creo que hubiera tongo en Interlagos, sencillamente el setup que le dió la pole a Barrichello no era el adecuado para los neumáticos y la carga de gasolina del segundo stint.
Saludos.

Drew dijo...

Nah, lo del tongo no va por la carrera de Brasil. Lo veo más bien como que Ross Brawn no quiere dejar para Yas Marina lo que puede hacer en Jose Carlos Pace.